Dios nos habla a cada uno, separadamente. Necesito estar atento(a) para escuchar lo que me quiere decir. Leo el texto varias veces... luego escucho.
Mateo 11, 2-11
Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de las obras de Cristo, por lo que envió a sus discípulos a preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Jesús les contestó: "Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes están oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres. ?Y dichoso aquél para quien yo no sea motivo de escándalo!" Una vez que se fueron los mensajeros, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: "Cuando ustedes fueron al desierto, ¿qué iban a ver? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué iban ustedes a ver? ¿Un hombre con ropas finas? Los que visten ropas finas viven en palacios. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un profeta? Eso sí y, créanme, más que un profeta. Este es el hombre de quien la escritura dice: Yo voy a enviar mi mensajero delante de ti, para que te preceda abriéndote el camino. Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Hay un real consuelo en esta historia. Juan el Bautista, el poderoso y austero hombre que ejercía una notable influencia sobre los judíos, tenía sus momentos de oscuridad. Preso en el calabozo de Herodes, se preguntaba: "¿seré un tonto? ¿Esto es todo lo que hay? ¿Estaba yo equivocado respecto a Jesús?" No sólo se hace estas preguntas, sino que envía mensajeros a Jesús. Y Jesús no le envía una respuesta tranquilizadora; sólo le pide a los mensajeros que abran sus ojos y vean la evidencia en la vida de Jesús.
Señor, en mis momentos de duda y oscuridad, que yo pueda llenar mis ojos Contigo.
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